Había escuchado muchas veces a personas decir algo así como: “la música me eligió a mí” o “ yo no fui quién eligió cantar o escribir, fue la escritura quién vino a mí”.
Cada vez que escucha a una persona, normalmente artistas reconocidos, que parecían haber despertado su don y lo habían desarrollado, no llegaba a entender del todo esas palabras.
Quizás sí podía sentirlas, igual que cuando alguien te habla con pasión de algo que le llena el corazón y tú puedes sentir esa misma emoción. Pero no lo había vivido en mis propias carnes.
Y la frase del título es la que me ronda la cabeza.
No he tenido nunca especial interés por el yoga y los temas espirituales. Es más, hasta hace relativamente poco tiempo, no tenía ni la menor idea de lo que significaban esas palabras (y ahora la vamos integrando y aprendiendo poco a poco).
Lo cierto es que, aunque el yoga y los temas espirituales no han estado a mi alrededor, sí recuerdo sentir gran placer y conexión profunda con temas filosóficos.
Me recuerdo en el instituto, que las cosas que realmente me interesaban, o mejor dicho, que las asignaturas que más disfrutaba eran aquellas que hacían que me cuestionara mi existencia y el mundo que me rodea. Historia, filosofía e historia del arte cuando apareció en mi vida.
Aun así, no tenía muy claro que me apasionaba, me gustaba todo y nada al mismo tiempo. Pensé que el deporte sería una alternativa a mi inquietud y ganas de moverme. Pero rápidamente me di cuenta que no.
Volviendo al tema del yoga. Sin saber nada de yoga, más allá de que mi imaginario lo asociaba a una estatua llamada Buda en posición meditativa, un día entré en una clase de yoga. Sin saber qué era, qué se hacía allí, de qué iba el cuento.
La semilla se había sembrado, después de dejar las clases presenciales, de vez en cuando me proponía tener una práctica más continuada de aquello que había practicado como Hatha Yoga.
No me convencía ningún canal de you tube. Sentía que detrás de todas esas posturas, movimientos y respiraciones había algo mucho más profundo.
Pero esto ni si quiera formaba parte de un 0,0001 de mis pensamientos al día. Pasaron años, y pasé largas temporadas sin hacer ni una asana, solo volvía a ellas, cuando mi mente y mi cuerpo estaban tan agitados, que me venían recuerdos de aquella vez que al salir de clase estaba tan relajada, que quería volver a ese estado de relajación.
Y así me picó el gusanillo, pensando que el yoga me daría esa “felicidad” que haría que mis miedos, inseguridades y “problemas” del día a día desaparecieran por arte de magia, buscando un estado más agradable, que me sacara de ese otro estado que no me gustaba tanto y en el que parecía que estaba metida.
Hasta que llegó el día. En un momento vital muy importante, donde había aparecido de nuevo una crisis que me mantenía en un estado de cierta apatía y desesperanza por sentirme vacía y sin propósito vital.
No recuerdo cómo fue, dónde estaba, si me apareció un anuncio o lo busqué. Pero ahí estaba yo, invirtiendo más de la mitad de mi sueldo en una formación de “yoga tradicional”.
No me arrepentí, no sentí que me estuviera equivocando, sentí alivio y ruptura con una realidad pasada, que ahora yo, había decidido que iba a ser diferente. Esa sensación de paz, de saber que algo nuevo está por llegar pero que es grandioso y te llena por dentro, volvió aparecer. He tenido esas sensaciones cuando me he dejado llevar por algo que me ha engrandecido el corazón, sabiendo que estaba eligiendo con certeza.
Y así apareció el yoga en mi vida para quedarse. Para abrirme un nuevo mundo de ideas y visiones sobre la realidad que de alguna manera intuía, pero necesitaba que alguien o algo viniera a recordármelo.
Siento tranquilidad y confianza cuando me conecto con los escritos y las enseñanzas de esta filosofía. Siento que todas mis dudas empiezan a disolverse, que hay espacio para la confianza y para un mundo lleno de posibilidades. Donde no hay que apurarse, sino seguir paso a paso, sin prisas, disfrutando del camino y sintiéndote uno con algo que sabes que está más allá de ti.
Tal cual, elegir diferente. Una de las primeras enseñanzas que también a mí me ha dejado el Yoga. Y que con el paso de estos años que llevo en la práctica y estudio, cada vez más he integrado y voy reconociendo de muchas maneras como se manifiesta esa unión entre la consciencia universal -que a su vez está en nuestra esencia- y nuestra consciencia individual
- Shanti !